domingo, 7 de marzo de 2010

Comer-Estudiar, El Viento y La Enajenación del Exito

El instante que recobro la consciencia es el mismo en el que se enajena mi tiempo; tiempo ajeno, le pertenece al estudio.
Cómo para estudiar, estudio para algún día comer. Una dialéctica; dos versiones del mismo todo. Desayuno, estudio, almuerzo, estudio, entredia, estudio, cómo, estudio. Revuelto de datos, carbohidratos, libros y grasas, espero el fin del tiempo, acabar mi tarea para sentir, así sea por un solo segundo, la ilusión de la libertad.

El viento, el río aéreo que fluye por el cielo en las tardes. Se escabulle entre la ventana e inunda todo el cuarto, lo empapa con esa sensación de levedad y cosquillas que produce ante el contacto de la piel. Grita mientras entra por los espacios angostos, silva chirridos claustrofobicos de un espíritu libre, espíritu puro, honesto e ignorante que no sigue mas que su propia naturaleza. Se desborda por la casa, encuentra sistemáticamente cualquier salida, y se escapa; no tiene fin, no tiene dueño.

El éxito, esa imagen borrosa que tanto predican las instituciones del saber, el prestigio, la riqueza, y el poder, sedimentadas en capas estratificada de discursos y practicas a las matrices axiomáticas, escalas de valores, modelos de conducta, códigos profesionales, competencias técnicas, capacidades de conducción, culturas administrativas, modalidades de gestión empresarial, lealtades políticas, y tantas otras vicisitudes propias de las extensiones de la hegemonía.

Construcción Social de la Condición de Juventud. Mario Margulis y Marcelo Urresti

La personalidad del éxito es el sacrificio de la propia, la enajenación potenciada, la venta de la personalidad; la personalidad como mercancía. El éxito resulta paradójico, sacrificar lo que se es, por llegar a ser algo ajeno. El fetichismo del dinero y el poder. La persona puede llegar a sentir placer, pero nunca se realiza, porque no trabaja para si mismo, no es impulsada por una imagen intervenida por su reflexión, sino que trabaja para la mercancía, el capital y dominación hegemonica. Es un siervo, un adorador, un esclavo, atrapado entre sueños alienados y una estructura compleja, rigurosa, paranoica, que le exige en cada segundo de su vida controlar cada expresión, cada frase, cada movimiento, todo fragmento de su estética, hasta su respiración, para tratar llegar a tener poder, control, prestigio; todo menos un estilo de vida propio.

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